En un informe emitido las últimas horas con cifras vigentes hasta el 6 de octubre, las autoridades señalan que el total de casos se sitúa en 177, de los que 142 están confirmados y 35 son probables.
El brote se declaró el 1 de agosto de este año en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, si bien el control de la epidemia se ha resentido por el rechazo de algunas comunidades a recibir tratamiento y la inseguridad en la zona, donde operan grupos armados, según señala el informe del domingo (07.10.18), según informó DW.com.
El Consejo de Seguridad de la ONU pidió el pasado día 3 el cese de las hostilidades en el noreste de la RDC para facilitar la lucha contra el brote de ébola que sufre la zona.
Se trata del segundo brote declarado en 2018 -tan solo ocho días después de que el ministro congoleño de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de la anterior epidemia, en el oeste del país- y el peor de la última década en la República Democrática del Congo.
El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, transmite fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.
El brote más devastador a nivel global fue declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakry, país del que se expandió intensamente a Sierra Leona y Liberia.
Más sobre Ébola
El Ébola es una enfermedad potencialmente letal provocada por el virus del mismo nombre, y es una de las más mortíferas que se conocen para el ser humano. Hasta 2014, los brotes solían ser limitados –tanto geográficamente, afectando sobre todo a áreas remotas del ecuador africano, como en el número de afectados–, pero ese año varios países de África occidental sufrieron una epidemia sin precedentes que llegó a las principales ciudades, cruzó fronteras y se saldó con casi 30.000 infectados y más de 11.000 muertos.
Fue identificado por primera vez en 1976, a raíz de brotes simultáneos en los pueblos de Nzara (Sudán) y Yambuku (Zaire, actual República Democrática del Congo); de hecho, el virus toma su nombre de un río cercano a Yambuku. Desde entonces se han registrado unos 30 brotes o epidemias, mayoritariamente en el continente africano, con una mortalidad superior al 90% en sus cepas más letales. Estas son cinco, según su lugar de origen: Zaire (epidemia de 2014), Sudán, Bundibugyo, Reston y Taï Forest.
¿Cómo se transmite?
Su origen es desconocido pero se considera que el reservorio más probable son los murciélagos de la fruta. Lo que sí se ha determinado es que su transmisión se había producido tras la manipulación de cadáveres o ejemplares enfermos de chimpancés, gorilas, murciélagos, monos, antílopes o puercoespines infectados.
El Ébola no se transmite por el aire: el contagio entre seres humanos se produce por contacto con fluidos corporales, como la sangre, el sudor o el semen. Infecta a aquellos que tratan directamente con los enfermos: a quienes les cuidan, alimentan e hidratan. Por eso, no solo las familias son vulnerables: el personal sanitario está muy expuesto, ya que puede no saber que el paciente está infectado o puede desconocer las medidas de protección.
Se calcula que cada enfermo transmite la enfermedad a otras dos personas. La manipulación de los cadáveres es un momento de alto riesgo para la propagación. Este asunto, en culturas cuyos ritos funerarios se basan en el amortajamiento de los muertos personalmente por sus seres queridos, es uno de los desafíos para las actividades de sensibilización en las comunidades.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico es complicado si el individuo ha sido infectado pocos días antes, ya que los primeros síntomas (irritación ocular, dolor muscular o fiebre) son frecuentes en otras enfermedades comunes, como la malaria. Sin embargo, si una persona presenta síntomas y hay razones para creer que podría estar infectada con Ébola, debe ser aislada inmediatamente y su caso notificado a las autoridades sanitarias. El diagnóstico se confirma mediante una prueba PCR-RT (reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa), que detecta el virus y los antígenos en una muestra de fluido.
¿Cómo se trata?
No existe un tratamiento específico contra el virus y hasta hace poco tampoco había vacuna. El tratamiento estándar se centra en tratar los síntomas para aliviar el sufrimiento de los pacientes e intentar reducir la mortalidad: rehidratación oral o intravenosa, y administración de antipiréticos y analgésicos (para la fiebre y el dolor, sobre todo abdominal y de articulaciones, que puede ser muy fuerte), antieméticos (contra la náusea) y tranquilizantes. Estos cuidados intentan mantener hidratado al paciente, asegurando su nivel de oxígeno y su presión arterial, al tiempo que se le proporcionan suplementos nutricionales y vitamínicos, así como antibióticos de amplio espectro si desarrolla infecciones. Este tratamiento proporciona más tiempo al sistema inmune para que luche contra el virus de forma efectiva. Cuando el paciente se recupera, es inmune a la cepa del virus que había contraído.
¿Cómo se previene?
Prevenir la transmisión es crucial para frenar un brote. Por eso, los pacientes son atendidos en centros de tratamiento donde se les aísla con estrictas medidas de control de infeccionesy donde el personal sanitario trabaja debidamente equipado con trajes de protección biológica. Resulta prioritario también identificar a las personas con las que el enfermo haya estado en contacto (es la llamada búsqueda de contactos), así como proceder al entierramiento segurode los fallecidos. Por todo ello, son esenciales las actividades de promoción de la salud, con el fin de informar a la población sobre la amenaza que constituye el virus, sobre las medidas de protección necesarias y sobre qué hacer en caso de desarrollar los síntomas.
En julio de 2015, llegó una buena noticia: una vacuna demostraba ser segura y efectiva al 100%. Se probó en 4.000 personas no infectadas pero que estaban en contacto directo con el virus. El hecho de que se desarrollara en un tiempo récord de tan solo 12 meses demostró que, cuando se ponen los medios (financieros, políticos y científicos), los avances pueden producirse muy rápidamente. El equipo de desarrollo incluyó a médicos y epidemiólogos de nuestra organización.
Hemos utilizado esta vacuna experimental en la epidemia de Ébola declarada en República Democrática del Congo en 2018, mediante el llamado ‘enfoque de anillo’. Esto implica localizar a las personas con las que hayan estado en contacto los enfermos confirmados, que esencialmente son sus familiares, vecinos, compañeros y amigos. Estas personas y, a su vez, los contactos de estas personas, son vacunadas. También son vacunados los trabajadores sanitarios de la zona. Entre todos, forman un ‘anillo’, una especie de zona de amortiguación que ayuda a evitar la propagación de la infección.