(Por Jorge Alejandro Márquez) – Esta es la historia de un Sapito que en príncipe se convirtió. Munido de un enorme espíritu y arropado por el incondicional amor de su familia, El Sapito cumplió ese sueño que alguna vez imaginó mientras contemplaba sus primeros soles de vida.
Portó como espada una bici y en ella montado, El Sapito comenzó a abrirse camino al andar, cumpliendo objetivos y forjando nuevas metas.
La historia cuenta que fue su padre fue quien lo acercó al mundo del ciclismo cuando era pequeñito, en el Sur provincial. Ahí dio enormes batallas con pedaleros enconados y mostró credenciales que le abrieron nuevas puertas.
Mezclando la fórmula de trabajo y deporte, Héctor Ramírez, El Sapito, fue mutando lentamente y convirtiéndose en un sacrificado peón que se destacaba, carrera tras carrera, en el compacto pelotón.
Había logrado primeros puestos en categorías juveniles y también en los libres, pero su anhelo más soñado, más deseado, era correr una Vuelta de Mendoza. Sin equipo, sin compañeros pero siempre rodeado de sus afectos, El Sapito comenzó a cumplir su máxima meta a mediados del primer lustro del nuevo siglo.
Y así llegó su primer parcial, el segundo y el último de su primera vuelta y el primero de su última experiencia, tras seis ediciones que logró concluir de manera digna.
Esta parte de la historia no muestra un primer lugar en la general ni tampoco podio alguno, muestra la decencia de un deportista, de un hombre que se propuso competir con poderosas huestes y que con muy poco fue mucho lo que consiguió´. Ganó respeto, admiración y el rótulo de “corredor del pueblo”.
“Mi paso por el ciclismo ha sido muy bonito. Mi papá me llevó de chiquito y ahora yo hago lo mismo con mi hijo. Fueron años hermosos. Todo costaba, es cierto, pero como lo disfrutábamos” suelta Héctor mostrando un gesto de felicidad.
“El ciclismo me dejó una gran cantidad de amigos. Conocí muchos lugares y me dejó grandes enseñanzas, las cuales trato de compartir con mis hijos. Sin lugar a dudas el haber competido en una prueba tan importante, tan rica como lo es la Vuelta de Mendoza es algo que me dejó marcado a fuego. Soy una persona feliz, plena, rodeado de mi familia a quien tanto amo, por eso creo que mis sueños están cumplidos en su gran mayoría. Soy feliz” confesó Héctor Ramírez antes de terminar la entrevista.
El Sapito brincó y brincó, un beso recibió y en príncipe se convirtió. Final feliz para una historia que merece ser contada, recordada y admirada porque en un mundo como el que vivimos hoy en día no todos podemos contar lo mismo.