En 1978 Brian Eno lanzó “Ambient 1. Music For Airports”, el primero de la serie de discos que tituló como “ambient” –antes del bautizo ya había otro, “Discreet Music” (1975)–, un término que hasta entonces no existía y que él definía como “música que puede pasar desapercibida, pero que es, no obstante, interesante” y que debería “inducir a la calma y a dedicar tiempo a pensar”. Más o menos, lo mismo que venía a decir Erik Satie con su “música de mobiliario”: música de fondo, para acompañar actos sociales sin que nadie le preste atención.
Su hermano Roger, que había estudiado bombardino y piano, debutó discográficamente en 1983, colaborando (junto con Daniel Lanois) en el álbum de Brian “Apollo. Atmospheres & Soundtracks”. Menos famoso, Roger tiene, sin embargo, una extensa carrera, en la que las colaboraciones con su hermano existen, pero son, curiosamente, las menos habituales.
“Mixing Colours” puede servir de explicación: aquí hay dieciocho piezas (hora y cuarto de música) que Roger le ha ido enviando desde 2005 a Brian para que las manipulara y completara. Si convenimos que uno de los hermanos es “el osado” y el otro “el blando”, aquí lo que predomina es el lenguaje habitualmente suave de Roger, como si Brian hubiera pretendido desdibujarse. El disco no es, en realidad, ambient: las piezas son tan individuales y alejadas del modelo drone que, más que ambient, remiten al concepto de Satie de “música de mobiliario”. Y siguiendo con la definición de ambient, más que “interesante” dejémoslo en “agradable”.