Por Leila Torres / A casi un mes del inicio del ciclo lectivo 2022 bajo la modalidad de presencialidad plena, después de un año totalmente interrumpido por la pandemia y otro con idas y vueltas de la presencialidad a la virtualidad, “burbujas” y picos de contagios, una serie de libros recientes destinados a infancias y adolescentes tratan de poner en palabras cómo se reconfiguraron los lazos sociales en estos dos últimos años y permiten entender en qué medida la literatura infantil juvenil puede ayudar a mirar lo que la pandemia dejó a nivel individual y colectivo.
Sobre el barbijo y otras máscaras
En “Detrás de la máscara” (Alfaguara) de Andrea Ferrari, un adolescente llamado Roberto deja el cómic de superhéroes que estaba leyendo de lado para ocupar él el rol de héroe y ayudar a hacer las compras a sus vecinos mayores. Pero como en toda historia de héroes, la identidad no puede mantenerse secreta eternamente: la máscara que los oculta a veces se cae. En este caso, la máscara más literal es el barbijo, pero hay otras más tenues que se ponen en juego.
“El libro fue escrito íntegramente durante la pandemia y creo que ese clima se metió en su trama. Yo había pensado escribir una historia de amor con humor. Todo lo que estaba sucediendo le dio un contexto diferente”, asegura la autora en diálogo con Télam.
“Me interesó pensar cómo esta suerte de ocultamiento afectaba nuestras relaciones, en particular cómo afectaría una relación romántica entre adolescentes -señala Ferrari-.Y del barbijo, o sea la máscara más literal, pasé a pensar en otras máscaras más sutiles que usamos para mostrarnos mejores, más vivos, más lindos, más interesantes. Eso es lo que explora las novela: las diferentes máscaras que necesitamos”.
La amistad contra pandemia y cuarentena y a favor de lazos sociales
En su libro “Días en casa”, que forma parte de la colección “Las aventuras de Fernán y Malena” -de la Editorial Hola Chicos-, la escritora Margarita Mainé plantea la historia de Fernán y Malena, dos amigos que deben adaptarse, como todos, a estar encerrados cada uno en su casa por un “bicho malo” que amenaza a la población mundial.
“Durante el 2020 Instagram fue la manera de comunicarme con mis lectores ya que se hizo imposible visitar escuelas como hago habitualmente -cuenta la escritora-. Fue por ese medio que empecé a recibir de los chicos seguidores de la colección la propuesta de escribir ‘Días de pandemia’ y ‘Días de coronavirus’”.
Mainé en principio se negaba. Pero pensaba en los lazos sociales. “Me parecía que tanta pena no encajaba con mis personajes a los que en general les suceden cosas muy graciosas. Durante el 2020 no pude escribir nada, el impacto de lo que sucedía me dejó muda”, dice.
El libro se cocinó recién en el 2021, a partir de que la insistencia de los lectores. Una mañana, la narradora pensó en ensayar alguna escritura sobre el tema: “Apenas empecé me di cuenta de que estaba sanando el enojo y la tristeza que la pandemia me había contagiado”, confiesa.
– Télam: Cuando comienza la cuarentena, los protagonistas del libro de empiezan a comunicarse por videollamada y en cada momento, hay una idea sobre la necesidad de mantenerse en contacto que resuena de fondo, ¿hay un interés en la novela por pensar cómo continuar con las relaciones interpersonales a partir de las limitaciones que instaló la cuarentena?
– Margarita Mainé: Lo que cuento es lo que me iba sucediendo en lo personal y con mis nietos en particular. A los niños de hoy en general no les gusta hablar por teléfono, tienen que “verse”, y claro, surgieron los “zoom-cumpleaños”, las innumerables reuniones a través de las pantallas. Supongo que todos hicimos lo que pudimos para seguir en contacto con nuestros seres queridos.
T.: En una parte de la novela se relata cómo la vida privada se mete en la escuela virtual y alude a los lazos sociales. Entonces mientras se desarrolla la clase de Zoom, un perro pide jugar con la pelota a una alumna o un estudiante juega con el yoyo…¿por qué decidiste incluir estas escenas?
– M.M.: La mayoría de esas escenas no las inventé. Como comentaba antes, para acompañar a los docentes, participé de muchísimos encuentros virtuales con mis lectores y podía ver las 20 o 30 pantallitas, entrando en las casas y ver ahí papás tomando mate, mamás pintándose las uñas, abuelos que se olvidaban de mutear y se escuchaba la televisión de fondo, perros ladrando y muchas situaciones insólitas. Recuerdo un niño que jugaba con una paleta y una pelota frente a una pared mientras la maestra trataba de que me hicieran preguntas sobre el libro leído. Puedo imaginar lo difícil que fue para los maestros y maestras dar clases en ese contexto.
– T.: Este acercamiento a cómo fueron las clases virtuales se retoma en contraposición a la presencialidad sobre el final del libro, ¿hay una propuesta sobre invitar a pensar estos contrastes? Por ejemplo, la posibilidad de que una maestra silencie a todos los alumnos con tan solo apretar un botón …
– M.M.: Eso es una broma… los que fuimos maestros sabemos bien cuánto cuesta hacer silencio. Eso no costaba nada en la clase virtual pero igualmente los maestros siguen deseando la presencialidad. También tuve en cuenta que faltaban los “recreos virtuales” y quedaba sin resolver la “sociabilización” sin la presencia docente que es tan necesaria y tan disfrutada por los niños.
Abuela, ¿qué pasó en 2020?
Otro de los textos en torno a los lazos sociales que abordan la angustia y la perplejidad tras la llegada de la pandemia es “Los abrazos perdidos”, un libro publicado por editorial Destino que narra el cuento de una niña que le narra a sus futuros nietos en 2070 “cómo se vivió esa pandemia y qué aprendimos en esos días: lo valiosa que es la vida y la importancia de las cosas simples y del contacto humano”. Su autora es Nayara Granados, una chica española de nueve años, quien apoya su relato en las potentes imágenes que ilustra Leire Salaberria.
Cómo fue la experiencia del proceso creativo en “Los abrazos perdidos”? “Me escribieron desde Destino y me pasaron el texto. Me hablaron sobre Nayara, me pareció una historia real y tierna pero a la vez tan con esa visión que tienen los niños y niñas del mundo. Fue un proceso rápido y fluido porque nos entendimos muy bien desde la editorial”, cuenta Salaberria.
“El libro lo hice posterior al confinamiento y creo que en España estuvimos más de un mes en casa, nosotros tenemos dos niñas y fue todo bastante intenso. Fue un mes que pareció un año. Era todo un juego, aunque no podían salir a la calle lo tomaron como algo divertido, jugábamos mucho: creábamos casitas en el salón. De hecho, en una de las escenas del libro, la niña monta un camping en el salón. Y eso fue lo mismo que vivimos nosotras también. Al final la casa tenía que ser todo: el patio del colegio, un jardín… era un poco usar la creatividad”, acota la ilustradora.
Miradas sobre la literatura infantil juvenil
¿La literatura se puede concebir como como “herramienta” útil para analizar ciertos fenómenos o procesos sociales? ¿Puede aportar a reflexionar sobre el contexto de pandemia y ofrecer nuevas preguntas en relación al proceso de “vuelta a la normalidad” o “post pandemia”. Lo que tiene que ver básicamente con la recomposición de los lazos sociales?
“La pandemia nos partió la vida a todos, sobre todo por el obligado distanciamiento”, expresa Andrea Ferrari acerca del virus que mantuvo en vela a la población mundial. “En el caso de los adolescentes, para quienes la vida social es un eje central, pudo ser muy desestabilizante”, observa.
“No me identifico con la idea de una literatura ‘útil’ para ser usada como herramienta pero sí me gusta pensar que los chicos y adolescentes puedan encontrar en una historia una mirada cercana, personajes con los que puedan empatizar, formas de pensarse a sí mismos y al entorno en el que viven”, indica Ferrari.
En cambio, Margarita Mainé, la autora de “Días en casa”, considera que “la literatura nos mejora como personas, nos acompaña en los duelos, nos despierta empatía con los demás”.
“Como se suele decir los lectores vivimos muchas vidas: viajamos, sufrimos, reímos y enfrentamos situaciones muy lejanas a nuestra cotidianidad. Y claro, en la pandemia, la literatura les permitió a los niños seguir saliendo de casa, viviendo aventuras, sintiendo que el mundo volvería a ser lo que era”, precisa. Y amplía: “La literatura infantil en general transmite mucha esperanza sobre el futuro y en momentos como los que pasamos se volvió imprescindible”.
Para la narradora, durante la pandemia y a partir de presenciar las clases virtuales, también los padres descubrieron “la magia” que genera la literatura en los niños. “Antes de la pandemia por las redes me escribían muchos docentes. Ahora se comunican padres y madres que han recuperado el espacio de lectura familiar antes de dormir y lo disfrutan”, relata la autora sobre este cambio en las prácticas de lectura.
Por su parte, Salaberria cree que durante la pandemia, sobre todo el mes de confinamiento estricto, “la literatura y los medios audiovisuales fueron una gran compañía para la gente. Y a lo mejor más para aquellos que estaban solos en casa”. En este sentido, coincide con Mainé en que “al final un libro te permite viajar, ver otras realidades…”.
“De hecho, se dice que en España subieron las ventas en los libros durante el confinamiento. Creo que la gente se abocó más a leer. La literatura tanto en pandemia, como no, sí que ayuda si sientes un momento de soledad”, concluye la ilustradora.