El experto oriundo del departamento de General San Martín, Mendoza, Argentina, especialista de la tercera variedad emblemática de los vinos albicelestes, el Bonarda, aconseja conectar con los recuerdos y las emociones a la hora de tratar de describir un vino.
Cuando se intenta entender, apreciar, luego describir y finalmente explicar el sabor, la apariencia y el aroma de un vino, la primera idea que acude a la mente desentrenada es la complejidad y diversidad de ideas y las preguntas que se generan. Es que el vino es un producto y a la vez un alimento que al mismo tiempo alimenta el alma, porque demuestra todo lo que puede hacer por un ser humano.
Los últimos avances analíticos registran ya más de 300 componentes diferentes y un estudio profundo basado en métodos mas afinados, vislumbra todavía mucho más. Y para complicar más aún las cosas, reconocemos que los componentes más importantes cualitativamente, es decir los que condicionan el sabor y el olor, son los menos conocidos. Por eso los consejos de los fervientes amantes del vino cobran valor, por ejemplo, cuando nos recomiendan atender a los recuerdos que nos remiten los aromas del vino.
Podemos afirmar que el vino, en lo que a sabor se refiere, es el más variado de los productos que el hombre consume. Además la influencia de los climas, la composición de los suelos, la variedad de las cepas, los distintos estados de maduración de la uva y las técnicas de vinificación y conservación han dado lugar a una interminable gama de vinos diversos.
Pero es precisamente esta variedad la que hace tan sugestivo el perfeccionar cada día más la técnica y el conocimiento de los buenos vinos, donde nunca se dejan de descubrir sabores y aromas nuevos, delicados, equilibrados, perfectos.
Un sistema que simplifica y reduce el camino que conduce al dominio de la apreciación inmediata de un buen vino es aprender a conocer los defectos, los fallos en el color, sabor y aromas que todo buen vino no debe presentar. Esto elimina de entrada gran cantidad de vinos y nos permite distinguir sin titubeos y escoger para nuestro consumo particular unas pocas marcas, procedencias y añadas, de entre la inmensa jungla de productos que invaden el mercado.
Según el enólogo mendocino David Palma, oriundo del departamento de General San Martín, especialista de la tercera variedad emblemática de vinos de Argentina, el Bonarda, “muchas personas preguntan cómo descubrir ciertos aromas que atesora un vino, lo que recomiendo es que presten atención a las emociones que se generan al momento, por ejmplo, de introducir la nariz en su mágico mundo”.
El experto sugiere mientras se lleva una ramita de romero a la nariz mientras en su otra mano sostiene una copa de vino blanco: “Nada mejor que ejercitar, trabajar, guardar, y luego descubrirlo en cada uno de los vinos“.
Y añade: “Ya sea aromáticamente, en el sabor y en el color en el caso en que se parezca a algo en particular. Y para descubrir cierto aromas en los vinos es necesario revisar en la memoria los olores que tenemos guardados, que tengan que ver con la naturaleza o alimentos o directamente con situaciones que nos hagan conectar con las emociones. Por eso, muchos suelen cerrar los ojos a la hora de aspirar los aromas de un vino, porque en ese instante comienzan a ver escenas de una película propia”.