El tipo de cambio diferencial para las exportaciones de vinos de Argentina es cuestionado en más de un punto por el sector vitivinícola nacional. El cepo oficial es lo único que garantiza su valía en un escenario donde todo es crisis gracias a la inflación y las contingencias climáticas. A lo que se suma la obligación de adherirse al Programa de Precios Justos
Por LUIS PETRI / Respecto de las medidas, obviamente que, dadas las circunstancias, son tardías y oportunistas, con el agravante que tiene limitaciones muy importantes.
La primera es que el tipo de cambio que se elige, que son 300 pesos por dólar, es fijo. En principio era durante tres meses y se logró que fueran cinco. Pero, dependiendo del nivel de inflación que haya en Argentina y dependiendo del movimiento del dólar oficial, en cinco meses esa ventaja podría achicarse considerablemente o esfumarse.
Porque una bodega que se embarque a exportar en esta ventana que se abre desde abril hasta agosto no cobrará de contado. Todo lo contrario. Cobrará en 60, 90 días o más. Con lo cual, con el nivel de inflación imperante el dólar oficial, al rito que va, podría estar mucho más cerca de los 300 pesos.
Esto es un gran problema. Porque a medida que pasa el tiempo si no se actualizan -esos 300 pesos por dólar- esa brecha -con los 210 pesos actuales- irá desapareciendo.
Por otro lado, las empresas tienen que, individualmente, deberían llenar un formulario de AFIP, aunque aún no está muy claro ese detalle, con el fin de adherirse al Programa de Precios Justos, el cual está ya estableciendo un límite de crecimiento de un 3,2 por ciento, cuando la inflación es del 7 por ciento, lo que implica que la bodega no podrá aumentar nada sus precios durante la vigencia de este acuerdo.
El segmento de la industria del vino argentino que quiera tener el beneficio de poder liquidar dólares deberá dejarse atrapar por la limitación que hoy les están imponiendo las cadenas de supermercados a los bodegueros que a su vez está acorralada por el Programa de Precios Justos. A lo sumo lo único que pueden remarcar para las góndolas los establecimientos vitivinícolas es ese magro 3,2 por ciento.
Esto implicará, dependiendo de la composición tanto del mercado interno como externo de casa unidad de negocio que realice un sacrificio importante en términos económicos. Obviamente todo el planteo del dólar agro, para el vino, está apuntado al negocio de los productos masivos mientras que muchas bodegas que hoy están en condiciones de exportar son chicas, que no tienen escala y van a tener que firmar ese formulario que es una dura obligación.
Claro que es mejor 300 que 210 pero con la condición de que el transcurso del tiempo es una gran limitante ya que los plazos de la comercialización internacional de vinos no son los mismos que los de productos como los granos ya que se despacha y a los 30 días se liquida.
En ese escenario los vinos fraccionados son los que más tiempo demandan hasta que el bodeguero cobre en moneda extranjera, mientras que los despachos a granel o de mostos correrían con cierta ventaja mientras permanezca abierta la puerta que abrió Massa con una cotización fija cuando el mundo se actualiza todo el tiempo, al igual que la galopante inflación en Argentina.