La celebración del Día Internacional de la Juventud es una fecha instituida por la ONU que promueve la participación de los jóvenes en todos los ámbitos de la sociedad, para responder a los desafíos que ese sector de la sociedad enfrenta cada día.
El objetivo para esa fecha este año es conseguir que todas las generaciones se impliquen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y no dejar a nadie atrás, como si de un equipo unido se tratara.
Otro de los objetivos es acabar con la discriminación por edad, que afecta no solo a los jóvenes, sino también a las personas mayores, una realidad cotidiana que tiene consecuencias negativas para toda la sociedad.
Según datos ofrecidos por la ONU, en el mundo hay 1,800 millones de jóvenes cuyas edades abarcan entre los 10 y 24 años, es un colectivo frágil que necesita protección pero, al mismo tiempo, cuenta con el potencial para generar los cambios que el mundo necesita.
No se trata de un grupo homogéneo, sino de un conjunto diseminado por países con diversas culturas, diferentes creencias religiosas y diferenciados niveles de acceso a la educación, al trabajo, a la alimentación y a las comodidades que caracterizan al bienestar.
Son demasiados los jóvenes que han crecido, se han desarrollado y continúan viviendo en zonas de conflictos armados, amontonados en barriadas que carecen de todo, sin acceso a la educación formal, lo cual les dificulta el acceso al mercado laboral.
Su participación en las estructuras políticas suele ser restringida y está sujeta a su nivel adquisitivo, por lo que poco pueden aportar a cambiar las realidades de desigualdad en el mundo en que viven.
Ojalá esta celebración sirva para plantearse nuevas realidades, basadas en el diálogo intergeneracional, en una sociedad en la que los jóvenes sean escuchados y tenidos en cuenta a la hora de tomar decisiones que tendrán influencia en el futuro de la humanidad.