“El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente.” – Lord Acton
“Sergio Massa es lo único que se interpone entre la Argentina y el caos” – The Economist, octubre 2022
Por ALEJANDRO TRAPÉ / Más allá de las bromas acerca de cuantos tipos de dólares existen hoy en Argentina, la situación actual del mercado cambiario tiene detrás una escandalosa y grosera forma de manipular a la economía y condicionar el bienestar de la gente. Para explicarlo voy a usar dos ideas separadas, que luego uniremos.
Idea1:
El poder de fijar (o al menos de manipular) los precios de una economía es un poder inmenso.
En una economía de libre mercado, ese poder se consigue cuando se configuran situaciones oligopólicas o monopólicas, donde uno de los jugadores alcanza un tamaño tal o una diferenciación tal de su producto, que puede manejar los precios y desplazar a la competencia, para luego imponer sus condiciones a los consumidores. No es raro que cuando aparecen esas situaciones todos reclamen que “se lo regule”, o que se “eviten los abusos”, o que se “proteja a la gente del demonio monopolista”.
En el otro extremo, en una economía centralmente planificada, el gobierno aniquila el funcionamiento de los mercados y controla todos los precios. Eso le da un poder enorme pues puede decidir a quiénes beneficiar y a quienes perjudicar: subiendo o bajando los precios puede destruir sectores, hacer florecer otros, favorecer a amigos, aniquilar a enemigos, modificar los comportamientos de la gente como lo desee… No es extraño que haya sido reconocida como una de las herramientas preferida por Hitler en Alemania y Stalin en Rusia.
Tranquilamente Stan Lee1 podría haber dotado a alguno de sus héroes o heroínas de un poder como este, hubiera sido casi invencible (y hubiera sido mucho más verosímil que volar, leer lamente o lanzar rayos).
Razonamiento 2:
El tipo de cambio es un precio: es la cantidad de pesos que debemos entregar para obtener un dólar (así como el precio del tomate es la cantidad de pesos que debemos entregar para obtener un tomate).
Pero no es un precio mas, es tal vez el más importante de una economía porque tiene la potencialidad de afectar a todos los demás precios, directa o indirectamente. Si sube el dólar seguramente subirán tarde o temprano los demás precios, los de los productos que se importan, los de los que se exportan y los de los que no se comercian internacionalmente pero tiene insumos que se importan o exportan En Argentina no hace falta ser economista para saber esto2. En cambio si sube el precio del tomate, puede afectar al de la lechuga o al de la salsa de tomate… pero nada mas. El tipo de cambio tiene “mas llegada” a los demás precios.
Mix de ideas
Reuniendo ambos razonamiento, podemos concluir, sin necesidad de demasiados argumentos técnicos (aunque en realidad los hay y en cantidad) que si alguien maneja el dólar puede manipular a casi todos los precios de la economía directa o indirectamente y si al hacerlo hace gozará de un poder enorme sobre la economía y sobre la gente.
En este sentido, Massa tiene hoy la sartén por el mango. Decidiendo qué tipo de cambio le corresponde a cada actividad decide cuál será más rentable y cuál menos, cuál será favorecida y cuál no. Por ejemplo, si coloca el “dolar Qatar” en $314, no sólo perjudica a quienes desean tomar vacaciones en el exterior, sino también a quienes desean vacacionar en el país, porque seguramente los centros de veraneo nacionales verán que con un dólar más caro su demanda aumenta y pueden subir sus precios ya que a los veraneantes les cuesta más irse afuera. Las vacaciones de todos se vuelven más caras y esto supuesto beneficia a quienes venden esos servicios turísticos nacionales.
Además, muy probablemente quien ya tenga planeada su estadía en el exterior no gaste afuera con tarjeta sino que busque los dólares en el BLUE antes de viajar, con lo cual rápidamente el blue ascenderá hasta igualar el Qatar y se llevará para arriba al resto de los precios.
Más allá de estos casos puntuales, lo importante es que con cada dólar que Massa inventa, se mete directamente en la economía de la gente, sube y baja ganancias empresariales, maneja el poder de compra de los asalariados, afecta las decisiones económicas de todos. Con cada nuevo dólar cambia los precios (absolutos y relativos) según le parece, en la magnitud que le parece y cuando le parece. Enorme poder, ¿no le parece? No es una economía planificada, pero se empieza a parecer bastante.
Y para peor, con cada dólar que inventa define ganadores y perdedores, selecciona a quiénes beneficiará y a quiénes perjudicará, te baja o te sube el pulgar. De allí a pedir algún “reconocimiento” a los potenciales ganadores para hacerlo, o a los potenciales perdedores para no hacerlo, hay un solo paso.
Así, con la excusa de proteger a las reservas que su propio gobierno dilapidó por impericia, Massa se transforma en un árbitro del devenir económico nacional. Si tenemos la idea (no muy loca, al final) de que sólo él puede frenar el caos, no habrá VAR que se atreva a cuestionarlo.