Por DANIEL ARIOSTO / El desacato del Presidente de la República Argentina ante una sentencia de la Corte Suprema de la Nación por un reclamo que hizo el gobierno de CABA, por un discrecional manejo de la coparticipación, nos dejó azorados. En primer lugar, enfáticamente proclamó que no iba a cumplir con lo que ordenaba el Poder Judicial a través de su órgano supremo y con el paso de los días, ha ido buscando nuevos caminos que dilaten el cumplimiento o posterguen su ejecución.
Este hecho inadmisible en un estado republicano y federal, disparó nuevamente la desconfianza nacional e internacional y produjo,entre otros efectos, la disparada del dólar. También nos llevó a preguntarnos si el Presidente de la Nación Argentina no está dispuesto a acatar las decisiones de la Corte Suprema, en que va a terminar nuestro país o qué se puede esperar de otros compromisos democráticos como acuerdos económicos con distintos actores sociales o deudas contraídas a través de bonos.
Además, este comportamiento muestra a las claras, de qué manera sigue imponiéndose el proceder y pensamiento de la Vicepresidenta quien se ha enfrentado claramente, denostado y acusado de parcialidad a nuestra Corte, con temas personales y públicos.
Por otro lado, el laudo del presidente en contra de Mendoza por la construcción de Portezuelo del Viento demuestra que no tiene ningún reparo a la hora de embestir contra provincias lideradas por la oposición.
A la terminal situación económica de nuestro país con una inflación galopante, un estado crítico en materia cambiaría, un crecimiento de la pobreza totalmente palpable en las calles y muy doloroso, debemos sumar la crisis interna que desde hace muchos meses, asola al Gobierno nacional y lo debilita aún más.
Los acontecimientos deportivos han desviado el foco de atención de la opinión pública y permitieron atravesar el fin de año, con una paz social sostenida a fuerza de un masivo apoyo a la Selección Nacional de Fútbol, pero la inflación de diciembre promete ser mayor que la de noviembre y las tarifas de los servicios van a aumentar de manera incesante. Esto por un necesario sinceramiento del costo y un indispensable achicamiento del gasto público vía subsidios.. Esto por solo mencionar un par de ejemplos, de lo que nos espera.
Varios políticos ya están lanzando sus candidaturas, pero hasta octubre queda una vida y si no se endereza el barco, muchos más argentinos pedecerán miseria y más y más necesidades insatisfechas que actualmente.
El peso vale cada vez menos y nuestros cinturones cada vez se achican más.
Muy lamentablemente Argentina lleva generaciones de personas que viven de subsidios, sin conocer de la movilidad social que tanto nos distinguió del resto de los países de la región y que había conformado un tejido social de clase media emprendedora y productora de riqueza. De esta queda cada vez menos, con las correspondientes consecuencias para nuestra realidad.
Ya descubrimos que solo con democracia no se come, ni se educa, ni se cura pero sí sabemos que es el punto de partida, la base mínima para poder comer, educar y sanar.
Es por eso que exigimos a nuestras autoridades que no pudieron contener la inflación, que no llenaron heladeras y que no fomentaron a los empresarios de comercio, la industria ni los servicios para generar empleos (que sí permiten llenar heladeras), que respeten nuestra Constitución y sus instituciones y que nos respeten a cada uno de los argentinos, en definitiva a la Democracia.
El 2023 es un año electoral en el que podemos cambiar nuestro destino. Necesitamos dirigentes democráticos e idóneos para manejar nuestra economía y buscar horizontes más propicios, con el trabajo de todos los argentinos. Podemos hacerlo, nuestra participación es fundamental.
Por un 2023 con esperanza y compromiso con el futuro y la democracia.