Por DANIEL ARIOSTO / Como corresponde, la Unión Comercial e Industrial de Mendoza, UCIM, repudia enérgicamente todo tipo de violencia como resolución a cualquier conflicto y pone nuevamente como principal bandera a la democracia y al diálogo, el consenso y la colaboración como estilo de vida al que debemos aspirar.
La paz social es un valor a defender sobre todo y es por eso que, aún en esta coyuntura, sostener la educación, el trabajo y el esfuerzo son la mejor forma de contribuir a ella. Y es por eso que también, decidimos tratar sobre la destrucción de la cultura del trabajo.
Consideramos que la cultura del trabajo es fundamental para el crecimiento del país, de hecho, es la base donde se sustenta el desarrollo no solo de la sociedad sino también de las comunidades y de cada familia. Pero en nuestro país se está destruyendo, a tal punto que se elige no trabajar ante cualquier hecho. Se elige no trabajar, como forma de vida, sobre todo, por el respaldo que da cobrar un subsidio por ser pobre.
Este fenómeno indeseable que se ha arraigado en algunos sectores sociales ha dado lugar a varios planes, que en otros países se otorga por un tiempo acotado y ante circunstancias extraordinarias. En nuestro país llegó desde hace décadas, para quedarse y se vuelve un fenómeno claramente observable con la gran cantidad de gente que se moviliza diariamente. Esos “beneficiarios” organizados en movimientos, en tiempos difíciles, como los que vivimos y en los que no alcanza la ayuda, realizan marchas, movilizaciones y piquetes (junto o alternando con sindicatos) cortando impunemente rutas y calles céntricas de todo el país, perjudicando lógicamente a los centros urbanos más poblados y toda actividad productiva.
Cualquiera que haya viajado a CABA habrá comprobado que tratar de transitar es toda una odisea y Mendoza, a pesar de multar a quienes impiden transitar, no se ha podido evitar del todo que se entorpezca la libre circulación de quienes sí producen.
Lamentablemente en donde más se nota esta falta de apego al trabajo es en la juventud, porque desde hace varias décadas sus familias pobres, han subsistido con estas dádivas del estado. Estas “ayudas”indudablemente, no les permitieron salir de su situación de pobreza. Por el contrario, han sostenido una cultura del clientelismo y de sometimiento a un estado que, lejos de fomentar su desarrollo, prefiere perpetuarlos como seres sin posibilidad de elegir ni crecer.
Y entonces, volvemos a la idea de que solo la educación prepara a personas para que reconozcan que la independencia que brinda el trabajo no puede ser reemplazada por nada.
Es necesario reconocer que el actual equipo del Ministerio de Economía nacional ha propuesto que los planes sociales se transformen, paulatinamente, en trabajo. Consideramos que todo aquello que proponga cambiar subsidios por empleo formal y registrado será un excelentísimo avance. Cómo idea es buena, pero hay que ver si es una solución a través del tiempo, porque no solamente con anuncios se puede concretar tan importante cambio. Es indudable que esta medida debe ir acompañada por un aliento a la empresa, medidas que permitan comenzar a reflotar la economía, estímulo al crédito, flexibilización de la legislación laboral, entre una gran cantidad de medidas asociadas.
El proyecto se presenta como un esfuerzo aparente, por parte del Gobierno, para hacer eficiente el gasto del estado y mutar, paulatinamente de una situación de dependencia a una de empleo formal. Pero tiene que ir acompañado por medidas de uso eficiente de los fondos del estado y no hablamos de recortes a la salud, la educación, la seguridad etc, sino, en cambio, achicar de manera urgente, gastos innecesarios y suntuosos para que la política se ponga a tono con la grave situación social y económica que vivimos.
La educación es el método infalible para generar mentes sanas, reproducir la cultura del trabajo, crear las condiciones apropiadas para ganarse la vida dignamente. Esa herramienta ayuda a las sociedades a escapar de los esclavismos, de las tiranías, de la miseria, la violencia irracional, la inseguridad que nos condena a robos, asaltos, femicidios y hechos fatales a los que estamos sometidos a vivir, como si fuese lo más normal del mundo.
La educación de calidad tomada en serio y no obligatoria desde la formalidad, sino desde los hechos, va a brindar a los jóvenes un futuro, acá en su país, alejados de discursos fundamentalistas, de falsos ídolos y cercanos a conceptos de realidad, de vida productiva en sociedad ,de ser personas protagonistas y forjadoras de sus propias vidas.
Queremos ser un pueblo educado y trabajador. No queremos pobreza. No queremos violencia. No queremos inseguridad. No queremos discursos de odio que lleven a acciones irracionales.
“Todos los problemas son problemas de educación” decía Domingo Faustino Sarmiento y en consecuencia y en total acuerdo decimos: Todas las soluciones vendrán con más educación.