Por Emiliano Rodríguez (Especial de NA) – El libertario Javier Milei finalmente logró doblarle la muñeca a la “política profesional” en la pulseada que libró con Sergio Massa en el balotaje presidencial de este domingo y será el sucesor de Alberto Fernández al frente de la Casa Rosada, poniendo fin a la gestión del peronismo kirchnerista en el poder.
Milei, con su discurso corrosivo, “anti-casta” y disruptivo, venció por una inesperada diferencia a Massa en las urnas, después de haber sabido movilizar a un amplio sector de la sociedad lisa y llanamente harto de que los dirigentes de carrera fallen una y otra vez en la gestión pública, sin poder resolver o al menos suavizar los problemas más acuciantes del país.
Si la política es “el arte de lo posible”, en la Argentina fue la “política tradicional”, con sus reiterados tropiezos y fracasos, la que permitió que un “outsider” como Milei hilvanara un ascenso exponencial en apenas dos años, desde las elecciones legislativas de 2021 a la fecha, hasta alcanzar nada más ni nada menos que la Presidencia de la Nación.
Alberto Fernández, Cristina Kirchner -ambos corridos por completo de la campaña proselitista en las últimas semanas- y hasta el propio Massa hicieron posible que la cruzada violeta de La Libertad Avanza (LLA) coronara su marcha con éxito en las urnas. El peronismo en general no logró concebir en los últimos años un candidato presidencial que trascendiera la figura de un kirchnerista o bien de un ministro de Economía de impronta camaleónica en un país con una inflación cercana al 150 por ciento anual.
Así como termina mordiendo el polvo la gestión del Frente de Todos en general, después de las expectativas despertadas en 2019, cuando la alianza peronista destronó a Mauricio Macri, de decepcionante labor también, sobre todo en la segunda mitad de su gobierno, la mayoría de la sociedad dejó en claro, además, que no le cree al Massa candidato. Que no le creyó cuando intentaba mostrarse como una presunta “opción de cambio” ni estaba dispuesta a concederle una chance adicional.
El fluctuante Massa, que coqueteó en ambos extremos de la grieta en años recientes en pos de alcanzar su sueño de convertirse en jefe de Estado, recibió un golpe a la mandíbula que lo obligará a repensar su futuro como dirigente: ese supuesto “animal político”, el “político profesional” que parecía tener una respuesta para todo en los debates presidenciales y en la campaña proselitista de 2023, deberá bucear largo y tendido en su interior para encontrar las palabras justas que expliquen este momento. Ni el aparato peronista, ni la furibunda campaña de miedo que echó a rodar el oficialismo, ni el voto cautivo del populoso conurbano bonaerense fueron suficientes este domingo para evitar semejante resultado.
Milei se alzó con una victoria contundente pese a las advertencias de la “política tradicional” sobre el presunto “salto al vacío” y demás riesgos que suponía un triunfo del fundador de LLA. Quienes se cansaron de otorgar una oportunidad tras otra a dirigentes de carrera sin obtener, año tras año, lo que esperaban a cambio encontraron en el libertario una luz de esperanza, al menos, hacia el final del túnel, pese a los intentos de bajarle el precio y/o poner bajo escrutinio su estabilidad emocional para liderar los destinos en la Argentina.
Finalmente, así como defraudó el peronismo kirchnerista en el poder con Fernández cumpliendo el rol de jefe de Estado y mucho de la victoria violeta se explica en ese fracaso, Milei también debería agradecer la consistencia que le imprimió Mauricio Macri a su propuesta electoral después de los comicios generales de octubre, cuando el ex mandatario y otros referentes del ala dura del PRO, como Patricia Bullrich, se asociaron con el economista para dar nuevos bríos a su campaña.
Ese espaldarazo, a la luz del veredicto de las urnas, fue fundamental para que Milei logre doblarle la muñeca a ese “profesional” de la cosa pública llamado Sergio Massa en la pulseada de este domingo, para inaugurar formalmente una nueva etapa en la vida institucional y democrática en la Argentina. Y si bien es probable que lo nuevo genere incertidumbre a priori, la decisión de la mayoría de la sociedad de apostar por un cambio en el país resulta inapelable y deja hoy atónito y vacío de excusas a todo lo que asemeje a la “política tradicional” doméstica.