La abogada mendocina Carolina Jacky analiza el cierre de alianzas rumbo a las elecciones departamentales de 2026, el reordenamiento del oficialismo y la oposición, y advierte sobre un electorado que observa con escepticismo mientras la dirigencia prioriza la supervivencia política.
Tras el cierre de alianzas para las elecciones municipales de febrero de 2026 en Mendoza, el mapa político provincial volvió a reconfigurarse con acuerdos que generan debates internos y fuertes cuestionamientos sociales. En diálogo con Noticias Mendoza, la abogada Carolina Jacky ofrece una lectura crítica sobre la reunificación del oficialismo, el desprendimiento del peronismo del kirchnerismo y el riesgo de que la política se desconecte de las preocupaciones cotidianas de la ciudadanía.

¿Qué lectura hace del regreso del PRO a Cambia Mendoza junto a la UCR y La Libertad Avanza?
—No resulta sorprendente. Lo llamativo no es la alianza en sí, sino la naturalización de acuerdos entre dirigentes que hasta ayer se consideraban irreconciliables. Para muchos ciudadanos, esta construcción se percibe como una estrategia puramente electoral, resumida en una frase que se escucha cada vez más: “juntos por el cargo”.
¿Por qué considera que La Libertad Avanza cumple un rol central en esta coalición?
—Porque actúa como una fuerza de absorción. La Libertad Avanza replica una lógica que el kirchnerismo aplicó durante años dentro del PJ: funciona como un “agujero negro” político, cuya gravedad atrae y termina diluyendo a las estructuras que se le acercan. En este caso, tanto el PRO como sectores de la UCR corren ese riesgo.
¿Estas alianzas están pensadas para 2026 o para un escenario más amplio?
—Claramente miran más allá. Esta coalición es un movimiento estratégico de La Libertad Avanza con la vista puesta en 2027. Las elecciones municipales pueden ser vistas como un trámite, pero el costo puede ser alto si se resignan principios a cambio de supervivencia electoral. A veces, el alivio inmediato termina siendo un pacto que condiciona el futuro.
¿Cómo evalúa la decisión del peronismo mendocino de tomar distancia del kirchnerismo?
—Es un movimiento que sorprendió, pero que puede leerse como un acto de resistencia ideológica. El PJ intenta sacarse una mochila pesada del pasado para redefinirse. No está exento de errores ni de críticas, pero al menos hay una búsqueda de autonomía frente a fuerzas externas que condicionan la identidad política.
¿Qué desafíos enfrenta hoy el peronismo frente al electorado?
—El principal desafío es volver a generar confianza. El electorado observa con escepticismo tanto al oficialismo como a la oposición. Soltar el pasado no garantiza el futuro, pero insistir en recetas agotadas sí asegura el rechazo. El peronismo necesita reconstruir un vínculo genuino con la realidad social.
¿La dirigencia está escuchando al electorado mendocino?
—Ese es el gran problema. Se habla mucho de macroeconomía y de estrategias nacionales, pero se descuida la micro, la vida cotidiana. En 2027 la gente va a votar con el bolsillo, con su experiencia diaria, no con discursos abstractos. Si la política no entiende eso, el desencanto seguirá creciendo.
¿Qué puede marcar el resultado de las próximas elecciones?
—El tiempo. El 2026 será el tercer año de gestión de La Libertad Avanza y todavía hay muchas incertidumbres abiertas. La pregunta no es quién armó mejor la alianza, sino quién comprendió mejor lo que le pasa a la sociedad. Al final, solo algunos podrán decir que realmente “la vieron”.