Por CAROLINA JACKY / Desde la Asamblea del año XIII (1813) Argentina dejó de tener esclavos en su suelo.
El ideario de los revolucionarios de Mayo pregonaba la libertad para todos, y esto se fue plasmando en nuestra historia de la organización nacional, hasta llegar a la Constitución del 53/60.
Hoy transitamos el siglo XXI con una nueva Constitución, la de 1994, dictada sobre finales del siglo XX.
Fue a partir del Siglo XX donde parece que fuimos perdiendo ese rumbo de crecimiento, algo que no hemos sabido manejar, y todo hace parecer como que cuanto más avanzamos en el tiempo más retrocedemos como país.
De una Argentina que tentaba a inmigrantes de todas las naciones del mundo, hemos pasado a tentar a que nuestros conciudadanos emigren a otros países del mundo.
En la medida que avanzamos en el deterioro de la calidad de vida vamos perdiendo libertad.
En la medida de que avanza la pobreza tenemos más esclavos, esclavos del siglo XXI.
Todos reconocen a la “inflación” como el peor mal que aqueja a la Argentina, y parece que la dirigencia política no ha sabido, o no sabe como solucionar este problema.
La pregunta es si realmente no sabe o es que le conviene tener esclavos e ir acrecentándolos día a día, año tras año.
Suena cruel, pero es la otra alternativa…
Pueden ser tan inútiles nuestros dirigentes para sostener tanta inequidad.
La perdida del valor adquisitivo de nuestros ingresos por culpa de un gasto público que no puede bancarse con fondos propios y debe recurrir al prestamo o a la emisión monetaria, o a ambos a la vez, como hoy sucede, nos convierte en dependientes del Estado, o mejor dicho, de una clase política que solo sabe vivir teniendo esclavos.
Cuanto más pobres e indigentes seamos, más dependencia tendremos de los políticos, y esto sin dudas afecta la democracia y el sistema republicano de gobierno.
Es verdad que durante el Siglo XX se fueron ampliando derechos hacia los ciudadanos, y especialmente hacia los más vulnerables.
En Argentina con la Constitución del 94 y la incorporación de Tratados y Convenciones Internacionales de derechos humanos, nuestro país asumió compromisos con Naciones Unidas y con la OEA que debe respetar y cumplir.
A partir de esta reforma constitucional vinieron una serie de leyes, que siguiendo estos tratados, ampliaron muchos derechos sociales.
Con recursos, un país puede cumplir con estas normas jurídicas.
Pero sin recursos, o no cumple o lo hace provocando inflación y pobreza…
Mientras hay recursos, mientras no se advierte que se gasta más de lo que ingresa, mientras se pide prestado, afuera o adentro, nadie se da cuenta, y por supuesto que es fácil dar cuando no es la tuya, como se dice en la calle.
Hacer política de derechos humanos es obligación asumida por Argentina, pero no creando pobreza, no manteniendo índices de inflación superiores a un dígito anual. Tampoco se hace pidiendo prestado, generando deuda, y esto es lo que viene haciendo nuestro país desde hace décadas.
Hoy, la pregunta que debemos hacernos es si el argentino esta dispuesto a ser esclavo, si tiene idiosincracia de esclavo.
Hay otros países cuyos pueblos ya perdieron su libertad, donde se han instalado autocracias o dictaduras. Se dicen democráticos, pero no tienen nada de republicanos, no aceptan la división de poderes, no aceptan el disenso, y tienen cautivo el voto de los esclavos del siglo XXI.
Finalmente, aquellos que ampliaron derechos, que publicitaron sus logros en materia de derechos humanos y sociales, son los que por la razón que fuera nos han llevado a la pérdida de la libertad, y con ella del acceso a esos derechos. Sino que lo digan nuestros jubilados y jubiladas.
El problema es que todo eso lo hicieron pidiendo plata prestada, cobrando más impuestos, emitiendo sin importar lo que sucediera mañana. Endeudaron el país afuera y adentro y el pueblo más empobrecido y con menos libertades.
Con esclavitud no puede existir estado de derecho, el proceso es lento, pero estamos recorriendo ese camino.
Día a día se advierte como perdemos capacidad adquisitiva de nuestros salarios o ingresos.
No debemos permitir que se pierdan esos derechos consagrados en la Constitución y en los Tratados, y en todas las conquistas logradas en los últimos años. Para lograrlo debemos exigir que nuestros representantes sean excelentes administradores de la cosa pública, y aunque nos cueste, ordenarles que cumplan con su deber.
La libertad se gana luchando, como los revolucionarios de Mayo, con orden y respeto al estado de derecho.