Esta semana el gobernador Rodolfo Suárez confirmó el calendario electoral provincial con un decreto en línea con la estrategia del oficialismo de generar certidumbre en un escenario político sacudido este verano por dos hechos significativos, publica Luis Abrego en su columna para Jornada Online
Esta semana el gobernador Rodolfo Suárez confirmó el calendario electoral provincial con un decreto en línea con la estrategia del oficialismo de generar certidumbre en un escenario político sacudido este verano por dos hechos significativos.
La ratificación del 11 de junio para las PASO y el 24 de setiembre para las elecciones generales en las que se elegirá al sucesor de Suárez, está derivada del sinuoso camino que hasta el momento el Gobierno viene transitando al conocer el desdoblamiento de los comicios municipales en las seis comunas que administra el peronismo (Lavalle, La Paz, Santa Rosa, Maipú, Tunuyán y San Rafael) además en otra de un aliado en San Carlos.
Pero también del aún irresuelto conflicto interno que ha puesto en duda la continuidad del Pro en Cambia Mendoza. Allí, el sector que responde al diputado nacional Omar De Marchi elevó sus críticas tanto a la gestión provincial como al modo de convivencia de los socios en el frente, hasta poniendo en duda su futura pertenencia.
Activadas todas las alarmas en el radicalismo, tanto por el despliegue de la estrategia de adelantamiento del PJ como por el tenor de las diferencias con el Pro, la avanzada en marcha da cuenta de la intensa presión para que el demarchismo decida si se queda o se va, incluso con la fijación de una fecha concreta de resolución: el 16 de febrero.
Con el diálogo cortado entre las partes, en la UCR creen muy difícil lograr un acuerdo con el Pro como el que se alcanzó en 2021. A lo sumo, confían, habrá competencia en las PASO, si es que De Marchi y los suyos acuerdan bajar la tensión, no romper y acatar las recomendaciones del alto nivel del macrismo que no quiere poner en riesgo la unidad nacional de Juntos por el Cambio, y con ello su vínculo con los radicales, en un distrito que gobiernan y que además tiene altas chances de retener.
Por lo pronto, los reclamos de definiciones también incluyen a los propios radicales que están a la espera de la decisión de Alfredo Cornejo sobre si vuelve a pelear la gobernación o si, por el contrario, apuesta a una proyección nacional que en el último tiempo aparece como menguada. Por propia decisión o acaso por el declive de la influencia que el actual senador cree podría recuperar a futuro desde el sillón de San Martín.
Como sea, todo parece indicar que en el mes en curso muchas de estas incógnitas deberían estar develadas. Especialmente por la urgencia que las complicaciones externas e internas han impuesto a un gobierno escaso de logros significativos, aún golpeado por el derrumbe de Portezuelo del Viento y acuciado por las inclemencias climáticas que golpean tanto en la producción como en el ánimo social.
Despejar tantos nubarrones simultáneos parece ser la impronta de estas semanas tras un verano político especialmente alterado en el que cada movimiento requiere demasiado aplomo y templanza, y que como contrapartida, supone pérdida de tiempo vital en la toma de la decisión correcta. Esa que involucra el destino de cada espacio, pero también de cada uno de los dirigentes que la ejecutan.
En ese tenso ajedrez, Cambia Mendoza se juega su futuro, y con ello, tal vez, el espíritu del voto mayoritario de los mendocinos que ha sabido acompañarlos en este tiempo como una opción frente al populismo. Si eso se rompiera, entonces habrá que barajar y dar de nuevo bajo una dinámica desconocida en los últimos tiempos en Mendoza. Y por eso mismo, de impredecible final.