Clasifican hoy en torno de los -10° C, pero muy lejos de los récords del siglo pasado. AMBA quedó a un paso de la ola de frío, pero la sensación térmica del fin de semana no tuvo comparación.
La ola del frío extremo que azota a gran parte del país se hace sentir con particular rigor en algunas localidades argentinas, que el Servicio Meteorológico Nacional, SMN, clasifica en un ránking horario que las va alternando.
Pero a un eventual podio “frozen” suben a la rionegrina Maquinchao y las mendocinas de Uspallata y Malargüe.
El gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, se adelantó en proclamarlo en su cuenta de TikTok: “Maquinchao es el lugar más frío de nuestro país. Miren cómo se congela esta burbuja en cuestión de segundos”, mostró el mismo fenómeno captado por Alfredo Ristol en el 2022, cuando el termómetro descendió a -14°C, con una sensación térmica de -18°C.
La reputación de “pueblo más frío del país” se tiene ganada, en realidad, desde 1991, cuando este rincón de la Patagonia, situado a unos 75 kilómetros de Jacobacci y a 70 km de Los Menucos, en la Línea Sur que une el puerto con Bariloche, alcanzó los -35°C, si bien en mayo -11° C de este año le fueron suficientes para liderar el ranking de las ciudades más frías del país.
Así y todo, aquella marca no superó todos los récords anteriores en Argentina, sin contar el propio de hace 35 años, sino que se estableció como una mínima absoluta en Latinoamérica en este siglo.
“Maquinchao no tiene nada que envidiarle al frío de la Base Marambio”, afirmó a Río Negro uno de sus aproximadamente 3500 habitantes que viajó hace poco a la Antártida.
Reconoce que “no hace tanto frío como antes porque ahora solo hay días puntuales, pero -25°C eran normales. Tanto es así que se congelaba la birome al escribir”.
El récord histórico nacional se mantiene intacto desde el 17 de julio de 1972, cuando en San Juan, a 2.880 metros sobre el nivel del mar, tuvo lugar el día más frío del que se tiene registro en la región Cuyo.
Pero en un rango de elevación menor de los 300 metros sobre el nivel del mar asoma una temperatura que llegó a -33,0 °C en la estación meteorológica de Sarmiento, ubicada en el centro y al sur, en Chubut, donde el 17 de junio de 1907 la temperatura llegó a -33,0 °C.
Desde entonces, es reconocida por sus inviernos rigurosos y porque en varias ocasiones fue escenario de durísimos episodios de frío extremo.
Para poder ponderar una dimensión de los fríos más intensos registrados en la historia contemporánea del planeta, la región donde más duro se sintió una helada fue en la Siberia oriental, al nordeste de Sajá, en Oymyakon, un pueblo ruso con apenas 920 seres que habitan en el sitio más frío del mundo, con un asentamiento humano que amanece durante la mayor parte del invierno con hasta -50 °c.
Sensaciones térmicas
Por estos días, la novedad meteorológica es que, si bien bajó el mercurio respecto del siglo anterior, se expandieron por la geografía los fríos extremos.
Así es como el Servicio Meteorológico Nacional lanzó en estos días una alerta que involucra a 19 provincias, con nivel rojo para Santa Cruz, naranja para San Luis, Córdoba y Buenos Aires y el resto en color amarillo.
Sólo Santiago del Estero, Chaco, Formosa y Misiones quedan afuera del área afectada por el alerta; y aunque estas provincias también alcanzarán valores muy bajos, las marcas actuales todavía se presentan como bastante más próximas a los parámetros normales.
La cuestión pasa por cómo el cuerpo humano procesa semejantes fríos.
El rango de temperatura normal que soporta se establece típicamente entre 36,5-37,5 °C. Fuera de ese registro de temperaturas, la hipotermia deja de ser una amenaza.
Se trata de una urgencia médica que ocurre cuando el cuerpo pierde calor más rápido de lo que lo produce, lo que provoca una peligrosa disminución de la temperatura corporal, que como normal es de alrededor de 37 ºC, mientras la hipotermia se produce cuando la temperatura del cuerpo cae por debajo de -35 ºC.
Aclimatación
Se podría decir que una persona puede moverse son cierta normalidad con una temperatura ambiente de 0 ºC.
El ser humano puede soportar hasta los -10 ºC bien protegido; sin embargo, a partir de -20 ºC ya se empieza a hablar del riesgo de vida. Por supuesto, con temperaturas de -30 el peligro de muerte es inminente si no se toman los recaudos necesarios.
Cuando desciende la temperatura corporal, el corazón, el sistema nervioso y otros órganos no pueden funcionar normalmente.
Puede provocar una insuficiencia del corazón y del sistema respiratorio total y eventualmente a la muerte.
Pero las marcas actuales, aunque dejan aterida a la población expuesta a los rigores, no se acercan a esos niveles.
Por ejemplo, en su reporte de las 10 de la mañana, la ciudad de El Calafate, en Santa Cruz, fue la ciudad que registró el clima más frío, con -5.8 grados y una sensación térmica (ST) de -9,3°C para ese horario.
Malargüe, en la provincia de Mendoza, aparece en el segundo puesto del ranking de las 10 ciudades con temperaturas bajo cero, con -5,7°C a media mañana y una ST de -8,3°C-.
El podio lo completa la ciudad de Villa Reynolds, en San Luis, con una temperatura de -3.4°.
El hielo se apoderó de lagos, arroyos y hasta de la Fuente de los Continentes, en la capital de Mendoza.
Mar del Plata quiso ponerse en carrera desde las 7 de la mañana, con -5,1° bajo cero, que una hora después subieron a–5,3°, con una sensación térmica de -7,9, según el Servicio Meteorológico Nacional, que pronosticó 0 grados para esta noche.
El sitio Meteored relevó “marcas pocas veces vistas” que se tocaron entre el viernes y el sábado pasado en el Área Metropolitana de Buenos Aires.
En el Palomar se alcanzó un récord mensual de temperatura más baja con -7 °C mientras que la Ciudad de Buenos Aires volvió a tener algunas décimas bajo cero luego de 13 años.
Gracias a un aumento temporario de nubosidad que se produjo en la madrugada del domingo, las temperaturas no bajaron más en el amanecer, lo que interrumpió la posibilidad de que tuviera lugar la primera ola de frío en Buenos Aires en 11 años.
De todos modos, por más abrigos que se superpusieran, la sensación térmica superaba largamente los valores umbrales calculados para Buenos Aires, que a partir del período 1961-2010 fueron 3,8 °C para la temperatura mínima y 12,7 °C para la máxima.
Para entender
El calentamiento global, con la presencia de fríos intensos en ese contexto, parece ser dicotómico.
Sin embargo, el tiempo está íntimamente ligado a la corriente en chorro, un río ondulado de aire que se desplaza rápidamente en lo alto de la atmósfera, más o menos al nivel al que vuelan los aviones.
Cuando la corriente en chorro gira hacia el sur, puede empujar el aire frío del Ártico hacia América del Norte, Europa y Asia.
Cuando retrocede hacia el norte, el aire cálido también se desplazará más al norte.
Una gran oscilación de alta presión sobre Europa en enero pasado provocó temperaturas invernales cálidas récord.
También hay que tener en cuenta otro factor: el vórtice polar ártico.
Se trata de un cinturón de fuertes vientos que rodea el aire helado del Ártico, que se encuentra a gran altura en la estratosfera, por encima del nivel de la corriente en chorro, alrededor del Polo Norte.
El vórtice polar ártico es como un trompo. En su estado normal, gira muy de prisa, manteniendo el aire frío cerca del centro, como un patinador sobre hielo que gira rápidamente sobre el terreno, con los brazos bien cruzados sobre el pecho.
Pero de vez en cuando se interrumpe. El vórtice polar ártico se tambalea, se estira y se distorsiona, llevando aire frío e influyendo en la trayectoria de la corriente en chorro.
Algunos científicos creen que las perturbaciones de los vórtices polares y los cambios en la corriente en chorro son impulsados por el calentamiento en el Ártico, que se calienta aproximadamente cuatro veces más rápido que el resto del planeta.
Esta idea cobró fuerza tras la publicación de un estudio de 2012, del que es coautora Jennifer Francis, científica del Centro de Investigación Climática Woodwell de Massachusetts.
En él se sugería que el calentamiento del Ártico estaba reduciendo la diferencia entre las temperaturas frías del norte y las cálidas del sur, lo que daba lugar a una corriente en chorro más débil y ondulante, que empuja el aire muy frío hacia el sur.
El artículo de Francis abrió el debate y, desde entonces, muchos otros científicos han analizado la teoría.
En 2021, Judah Cohen, climatólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts, publicó una investigación que encontró que el rápido calentamiento en partes del Ártico, combinado con fuertes nevadas en Siberia, estaba haciendo que la corriente en chorro fuera más ondulada y desviara el vórtice polar de su curso.
“No estamos discutiendo que los inviernos sean cada vez más fríos en general”, dijo Cohen. Pero la idea de que el cambio climático significará menos oscilaciones entre temperaturas extremas es “una simplificación excesiva“, dijo.