Muy cerca de las pirámides más famosas del mundo, un grupo de investigadores encontró algo inesperado. Se abrió la puerta a nuevas hipótesis sobre el antiguo Egipto.
A escasos metros de las pirámides de Giza, un grupo de investigadores liderado por el profesor Motoyuki Sato, de la Universidad de Tohoku, detectó dos estructuras subterráneas ocultas en una zona del cementerio occidental que hasta ahora había sido considerada sin valor arqueológico.
El hallazgo fue posible gracias a la combinación de radar de penetración terrestre (GPR) y tomografía de resistividad eléctrica (ERT), herramientas que permiten obtener imágenes tridimensionales del subsuelo sin necesidad de excavar.
Esta doble metodología —que integra señales electromagnéticas con mediciones de resistencia eléctrica— permitió identificar, primero, una estructura en forma de “L” de unos 10 metros de longitud, a solo 2 metros de profundidad. Posteriormente, a entre 5 y 10 metros, se localizó una segunda anomalía de mayor tamaño y con propiedades eléctricas poco comunes.

¿Por qué este hallazgo es importante?
El cementerio occidental de Giza es parte del vasto complejo funerario asociado a las grandes pirámides. Data del Imperio Antiguo y se caracteriza por sus mastabas: tumbas rectangulares construidas en piedra caliza o adobe, que albergaron a altos funcionarios de la corte faraónica. Sin embargo, el sector donde se realizó este descubrimiento carecía de estructuras visibles, lo que había desviado el interés arqueológico durante décadas.
Este nuevo hallazgo sugiere que podrían existir áreas aún inexploradas con un alto valor histórico. La forma en “L” de la primera estructura apunta a una posible entrada o pasaje hacia una cámara inferior, lo que incrementa la hipótesis de que se trate de una tumba o una estructura ceremonial.

Nuevas preguntas sobre prácticas funerarias y jerarquía social
Una de las implicancias más relevantes del descubrimiento es la posibilidad de que existan entierros no registrados en zonas periféricas del cementerio, lo que ampliaría el mapa de distribución social del Egipto antiguo. Si la estructura más profunda corresponde a una cámara funeraria, esto podría indicar la existencia de individuos de alto rango que fueron sepultados en áreas menos prominentes, quizás por razones políticas, religiosas o estratégicas.
Además, la alineación atípica respecto a otras tumbas podría proponer una cronología diferente o un tipo de enterramiento especial. Esta clase de datos, una vez excavados, permitirían refinar los modelos arqueológicos actuales sobre la evolución de las necrópolis reales durante el Imperio Antiguo.

Excavaciones controladas y precisión científica
El equipo investigador enfatiza la necesidad de avanzar con excavaciones controladas antes de emitir conclusiones definitivas. Aunque la forma y el contexto de las estructuras invitan a pensar en restos arquitectónicos de origen humano, aún no es posible determinar con exactitud los materiales que provocan las anomalías detectadas.
Desde el ámbito académico internacional, el egiptólogo Roland Enmarch (Universidad de Liverpool) subrayó la importancia de mantener una actitud prudente: “No me sorprendería que fuera una tumba, pero la falta de alineación con las mastabas visibles sugiere que podría tener una función o cronología diferente”.
¿Qué sigue?
La próxima etapa del proyecto implica planificar excavaciones arqueológicas puntuales que permitan validar la información obtenida por los sensores. Estas intervenciones, de concretarse, podrían ofrecer datos inéditos sobre las prácticas funerarias, la arquitectura subterránea y la dinámica social del Egipto faraónico.
Además, el uso de tecnologías geofísicas aplicadas a zonas consideradas hasta ahora “neutras” abre nuevas posibilidades para la exploración arqueológica en otros sitios de patrimonio mundial, minimizando el impacto físico y permitiendo una planificación más precisa de futuras campañas.