Una investigación del Conicet en San Luis desarrolla mantos agrícolas biodegradables a partir de cáscaras de frutas para reemplazar el polietileno. El proyecto apunta a reducir residuos plásticos y mejorar el cuidado del suelo, mientras Mendoza observa con interés y cautela su posible aplicación.
El Este de Mendoza, considerado la cuna del agro provincial, concentra una vasta superficie productiva sostenida en gran parte por la agricultura familiar. En ese paisaje donde las mallas plásticas forman parte cotidiana de los cultivos, una investigación del Conicet en San Luis propone una alternativa ambientalmente sustentable: biopolímeros obtenidos a partir de cáscaras de frutas para fabricar mantos agrícolas biodegradables, capaces de reemplazar las láminas derivadas del petróleo.
¿En qué consiste la investigación del Conicet sobre biopolímeros?
El proyecto es desarrollado por el grupo de Membranas y Biomateriales (Biomat), con sede en el Instituto de Física Aplicada Dr. Jorge Andrés Zgrablich (Conicet–UNSL). El equipo trabaja en la obtención de biopolímeros a partir de fuentes naturales, renovables y biodegradables, como cáscaras de frutas cítricas y manzanas, pectinas y otros compuestos orgánicos.
Según explicó la investigadora María Guadalupe García, el objetivo es lograr materiales con propiedades similares a los plásticos sintéticos, pero que puedan degradarse de manera segura en el ambiente.
¿Por qué buscan reemplazar las mallas plásticas tradicionales?
Actualmente, los mantos agrícolas o mulching se fabrican casi exclusivamente con polietileno. Si bien son económicos y resistentes, no se degradan y generan residuos que se acumulan en los campos o se fragmentan en microplásticos.
Los mantos biodegradables desarrollados por el Conicet buscan cumplir la misma función —control de malezas, conservación de humedad y regulación térmica del suelo— pero con la ventaja de poder reincorporarse a la tierra una vez finalizado el ciclo productivo.
¿Qué resultados dieron las pruebas piloto en San Luis?
Las pruebas a escala de laboratorio y los ensayos en campos experimentales del oeste de San Luis mostraron resultados positivos. Las láminas redujeron la aparición de malezas, resistieron la exposición al sol, la lluvia y el viento, y favorecieron el crecimiento de los cultivos.
Además, el equipo estima que, si se logra escalar la producción, estos mantos podrían costar cerca de la mitad del precio del mulching plástico convencional, lo que implicaría un beneficio ambiental y económico para los productores.
¿Qué aporte extra podrían tener estos mantos biodegradables?
Uno de los aspectos más innovadores del proyecto es la posibilidad de incorporar sustancias naturales a la matriz del biopolímero. De ese modo, los mantos no solo funcionarían como barrera física, sino que también podrían aportar materia orgánica, mejorar la nutrición del suelo o ayudar a repeler insectos una vez reincorporados mediante el arado.
¿Qué opinan en Mendoza sobre esta tecnología?
Desde el Gobierno de Mendoza siguen el desarrollo con interés, aunque con cautela. El ministro de Producción, Rodolfo Vargas Arizu, consideró que se trata de una excelente idea para aplicar en la provincia, pero remarcó que aún se encuentra en etapa de prueba piloto y sin fabricación a gran escala.
El funcionario señaló que estos desarrollos requieren tiempo, ensayos prolongados y análisis de costos antes de su adopción masiva por parte del sector productivo.
Un largo camino entre el laboratorio y el campo
El grupo Biomat ya cuenta con antecedentes en soluciones ambientales aplicadas, como membranas para purificación de agua, envases activos y sistemas de liberación controlada de biofertilizantes. Sin embargo, sus integrantes advierten que el salto del laboratorio al surco es un proceso largo.
“Los biopolímeros requieren ajustes finos, ensayos extensos y paciencia”, resumió García. Si el desarrollo logra consolidarse, podría marcar un cambio significativo en la forma de producir alimentos, reduciendo el impacto ambiental del agro sin resignar eficiencia productiva.